La cabeza en otra parte*
Dominique Simonnet: Las relaciones entre los hombres y las mujeres habrían podido aprovechar el hervidero de ideas, del espíritu de libertad e igualdad de 1789. Sin embargo bien parece que el amor y la revolución no hicieron una buena pareja, ¿no es cierto?
Mona Ozouf: […] El comercio galante de los sexos, el flirteo, el gusto por la conversación, la diversidad en los salones, todo lo que hacía el encanto del Antiguo Régimen y favorecía la apertura del discurso amoroso fue combatido por los revolucionarios. Para ellos esas costumbres evocaban las intrigas, las depravaciones, y las manipulaciones ocultas de las mujeres. Olympe de Gouges, que respaldó los derechos de la mujer, tiene esta fórmula extraordinaria: “hay que romper con la administración nocturna de las mujeres”. En otras palabras, con el poder de la cama. La Revolución mató los intercambios. La civilidad de las maneras y el espíritu fue reemplazada por una forma de ideal heroico, viril, resurrección de la ideología espartana o romana. La gente no pensaba en el amor Tenía la cabeza en otra parte, en los asuntos de la República. Por lo menos oficialmente.
*Extraído de Simonnet, Dominique y otros. La más bella historia de amor.
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